Parte 1: Gozo — La emoción que olvidamos que teníamos permiso de sentir
Una mirada con enfoque en el trauma sobre cómo redescubrir el gozo puede sanar el sistema nervioso, profundizar la conexión y restaurar la presencia.
¿Qué pasaría si el gozo no fuera un lujo, sino una señal de que tu corazón está sanando?
Esta Pascua, uno de mis hijos recibió un juguete de gallina de goma —de esos que puedes estirar y lanzar por la habitación. Por supuesto, era pegajoso. Así que naturalmente, lo lanzaron al techo de doble altura de nuestro comedor, donde se quedó pegado. Lo que siguió fue un espectáculo lleno de suspenso y carcajadas:
¿Cuándo caería? ¿Cómo caería? ¿Podríamos atraparlo?
No había respuestas equivocadas. Nadie saldría herido. No importaba.
Lo que importaba era que nos estábamos riendo. Completamente inmersos en el momento, explorando lo desconocido juntos.
Eso era gozo.
Ver a mis hijos vivirlo con tanta naturalidad fue como presenciar magia. ¿Cómo algo tan pequeño puede hacer que todo su cuerpo se llene de risas y brillo? No se reprimen. Dejan que el gozo los consuma con la entrega más dulce y confiada. Y es contagioso. Sentí cómo la risa me brotaba desde lo más profundo del vientre para unirme a ellos.
Puede parecer un lugar extraño para comenzar una serie centrada en la sanación informada por el trauma.
Pero este es exactamente el punto de partida que necesitamos.
Porque para muchos de nosotros, el gozo es una de las emociones más difíciles de sentir—y a menudo, la primera en ser reprimida.
¿Por qué?
Porque el gozo requiere algo que no siempre sentimos seguro dar: presencia.
Nos pide estar aquí, completamente comprometidos, lo suficientemente desarmados para recibir lo bueno sin prepararnos para perderlo.
Para quienes fuimos moldeados por el trauma o por sistemas donde sobrevivir era lo más importante, el gozo se siente sospechoso.
Como algo prestado que tendremos que devolver.
Como una trampa para la decepción.
A veces el gozo se siente como saltar por el patio y de repente detenerse:
Espera—¿qué estoy haciendo? ¿Quién me creo para sentir tanto?
La Perspectiva Psicológica: El Gozo como Seguridad y Conexión
Psicológicamente, el gozo nos dice que algo bueno está pasando y que estamos lo suficientemente seguros como para disfrutarlo.
Está vinculado a la conexión, la creatividad, la celebración y la esperanza.
Literalmente, reconfigura el cerebro con patrones de pensamiento más flexibles e integrados.
Construye resiliencia—pero solo si nos permitimos sentirlo.
Y ahí está el detalle:
El gozo se siente vulnerable.
La Dra. Brené Brown lo dice sin rodeos:
"La emoción más aterradora y difícil que experimentamos como humanos es el gozo.
Tememos que si nos permitimos sentirlo, la tragedia nos tomará por sorpresa."
Así que ensayamos la tragedia. Atenuamos el gozo con ansiedad, por si acaso.
Pero el gozo no es ingenuo. Es valiente.
La Perspectiva Informada por el Trauma: El Gozo como Disparador
Para muchos de nosotros, el gozo se enreda con el duelo.
¿Por qué? Porque recordamos lo que pasó la última vez que lo sentimos.
La risa—y luego la pérdida.
La celebración—y luego el silencio.
Nuestro cuerpo lo recuerda.
Así que el gozo se vuelve una señal de advertencia:
No vayas ahí.
Algunos cargamos culpa por sentir gozo—especialmente si crecimos en ambientes donde el gozo era escaso, o se veía como frívolo o incluso pecaminoso.
Si te enseñaron que la santidad equivale a solemnidad, el gozo puede sentirse irresponsable.
Pero ese no es el evangelio.
La Perspectiva Bíblica: El Gozo como Fruto, No Como Sorpresa
La Escritura no trata el gozo como un extra pasajero.
Lo trata como una señal de la cercanía de Dios.
“El gozo del Señor es tu fuerza.” — Nehemías 8:10
“Convertiste mi lamento en danza.” — Salmo 30:11
“En tu presencia hay plenitud de gozo.” — Salmo 16:11
“Para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea completo.” — Juan 15:11
El gozo es tanto regalo como fruto—algo que recibimos, y algo en lo que crecemos.
Y el gozo a menudo es disruptivo. En la Escritura, aparece en lugares inesperados:
María canta de gozo estando soltera y embarazada.
Pablo escribe sobre el gozo desde la prisión.
Jesús, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz.
En otras palabras, el gozo no espera circunstancias perfectas.
Se arraiga en la presencia de Dios.
Entonces, ¿Cómo Reaprendemos el Gozo?
Si el gozo se siente inseguro, no estás roto.
Eres humano.
Tu cuerpo está tratando de protegerte.
Pero no tienes que quedarte ahí.
Para la Iglesia
Si la Iglesia va a ser un lugar de sanidad, debemos hacer espacio para el gozo—no solo como celebración, sino como una práctica sagrada de confianza.
Una declaración de que, incluso en la sombra del dolor, Dios está aquí.
Y donde está Dios, hay gozo.
Necesitamos adoración que dé la bienvenida a las lágrimas y las risas.
Comunidades donde el gozo no sea forzado, pero tampoco temido.
Donde la celebración no sea una actuación, sino un desbordamiento de sanidad.
Si queremos caminar con otros hacia la plenitud, el gozo debe formar parte del camino.
Práctica: Reconstruyendo Tus Músculos del Gozo
Si el gozo se siente extraño o riesgoso, ten ánimo.
Es un músculo que puedes volver a fortalecer.
Aquí te muestro cómo puede verse ese proceso:
Nota el deleite.
Cuando sonrías, rías, o sientas tus hombros relajarse—haz una pausa.
Nómbralo: Esto es gozo. Estoy lo suficientemente a salvo para disfrutar esto.Construye una “repisa del gozo.”
Literal o metafóricamente, reúne cosas que te despierten gozo—libros, fotos, canciones, aromas, escrituras.
Cuando sientas que vas en espiral, ve a tu repisa. Que te recuerde: La bondad todavía tiene lugar aquí.Reflexiona con Dios.
Pregunta: ¿Qué me impide confiar en el gozo?
Escucha sin juicio.
Luego pregunta: ¿Dónde me estás invitando a recibir gozo nuevamente?Comparte el gozo.
Manda un mensaje gracioso.
Cuéntale a alguien una historia que te hizo reír.
Ensayar el gozo con otros ayuda a tu sistema nervioso a reaprender:
Este sentimiento es seguro. Esto es sagrado.
Puntos Extra:
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El gozo no es un lujo.
No es infantil, ni tonto, ni ingenuo.
Es fruto del Espíritu.
Un derecho de nacimiento de los amados.
Un vistazo al Reino.
Si el gozo te parece ajeno, robado, o fuera de alcance, no estás solo.
Pero no dejes de alcanzarlo.
Tu sanidad incluirá gozo.
No porque la vida siempre sea fácil—sino porque Dios siempre está cerca.
Y el gozo es lo que se siente Su cercanía.